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Volumen 16
Número 2
Septiembre 2020 - Marzo 2021
Publicado: Septiembre 2020
Trazos de Antígona
en pandemia


Resumen

Andrzej Wajda recrea los sucesos de la masacre de Katyn, al inicio de la Segunda Guerra Mundial, en la que 22 mil polacos fueron masacrados por los soviéticos y luego atribuyeron el crimen a los nazis. El director polaco se vale de la Antígona de Sófocles para adaptarla al escenario de postguerra de la República Popular Polaca bajo el régimen comunista, para relatar la lucha de Agnieszka por poner en la lápida de su hermano asesinado en Katyn la verdadera fecha en que murió, desbaratando el relato falso de los comunistas sobre la responsabilidad por su muerte. Katyn, de Wajda, es el modo cinematográfico de dar palabras e imágenes a ese real decretado como no acontecido.

Palabras clave: Genocidio | verdad | comunismo | duelo

Abstract English version

Antígona en Katyn

Eduardo Laso

Universidad de Buenos Aires

Polonia, entre repartijas y vejaciones

En abril de 1939, Josef Stalin designó a Viacheslav Mólotov ministro de Asuntos Exteriores de la URSS con la misión de concretar un acuerdo de paz con la Alemania de Hitler. El 23 de agosto se firmó el pacto germano-soviético, conocido como pacto Mólotov-Ribbentrop, que incluía cláusulas secretas por las cuales Alemania y la URSS se repartían el territorio europeo. El escandaloso tratado produjo efectos desastrosos en la credibilidad del comunismo de estar combatiendo al fascismo. Numerosos militantes en Europa abandonaron las filas del partido y acusaron a la URSS de derrotismo ante el enemigo nazi, que no cesaba en su agresiva política expansionista. Ignoraban que con el acuerdo, Stalin había conseguido la venia de Alemania para hacerse con el control de Estonia, Letonia, Lituania, Finlandia, Besarabia, y la mitad de Polonia hasta los ríos Narew, Vístula y San. Unos 180 mil kilómetros cuadrados y más de 12 millones de habitantes. Mientras tanto, oficialmente se justificaba este supuesto “paso en falso” en la necesidad de ganar tiempo para una futura confrontación con los nazis. [1]

Cuando una semana después del pacto, el 1 de setiembre de 1939, Alemania invade Polonia, la URSS hace lo mismo el 17 de setiembre, con la excusa de que debía defenderse de la amenaza nazi. En estas circunstancias, los oficiales del ejército polaco, que debieron ser los aliados naturales de la URSS para enfrentar a Hitler, fueron sin embargo detenidos y encarcelados por la NKVD. [2] El 19 de setiembre por orden de Stalin, el Comisario de Seguridad del Estado Lavrenti Beria establece el Directorio del NKVD para prisioneros de guerra y ordena la instalación de campos para los polacos apresados. Numerosos campos de prisioneros como Ostáshkov, Kozielsk y Starobielsk encerraron a miles de polacos, entre los que se encontraban policías, artistas, científicos, historiadores, maestros, empresarios, abogados, sacerdotes y oficiales del ejército, bajo la imputación de “nacionalistas y contrarrevolucionarios”. [3] “Los polacos de los confines orientales de Ucrania, Bielorrusia y Lituania, o sea, 5.300.000 personas que representaban un 40 por ciento de la población local, fueron considerados como un grupo “antisoviético” entre septiembre de 1939 y junio de 1941. Fueron víctimas de cuatro grandes operaciones de deportación a Siberia o Asia central: la del 8-9 de febrero de 1940 (250.000 personas, entre ellas 100.000 niños); la del 12-15 de abril de 1940 (320.000); la de principios de julio de 1940 (160.000); y la de junio de 1941 (300.000). Si añadimos a los polacos detenidos en el otoño de 1939, a los jóvenes incorporados por la fuerza al Ejército Rojo y a los 230.000 prisioneros de guerra, hubo en torno a un millón y medio de personas deportadas, de las que sólo 613.000 regresaron a la Polonia popular después de 1945: el resto murieron o desaparecieron”. [4]

A comienzos de 1940 se debatió en el círculo de Stalin qué hacer con los oficiales polacos detenidos: “Como Stalin se mostraba indeciso respecto del asunto, se produjo un debate singularmente franco. Kulik, general en jefe del frente de Polonia, propuso liberar a todos los polacos. Voroshilov se mostró de acuerdo, pero Mejlis adoptó una actitud inflexible, afirmando que entre ellos había enemigos del pueblo. El Vohzd [5] paralizó su liberación, pero Kulik insistió en ella. Stalin llegó a una solución de compromiso. Los polacos fueron liberados, excepto 26 mil oficiales, cuyo destino fue decidido finalmente en una sesión del Politburó celebrada el 5 de marzo de 1940”. [6] Beria le propuso a Stalin fusilarlos bajo el argumento de que los 14.700 oficiales y 11 mil terratenientes y policías confinados eran espías y saboteadores contrarrevolucionarios, enemigos del poder soviético. La propuesta fue aprobada por Stalin y el Politburó soviético conformado por Mólotov, Voroshílov, Mikoyán, Kalinin y Kaganóvich. Se estima que fueron ejecutados unos 22 mil prisioneros de guerra en el bosque de Katyn, las prisiones de Kalinin, Járkov y otros lugares de detención.

Masacre de Katyn

La llamada Masacre de Katyn nombra la ejecución masiva de 22 mil oficiales polacos confinados en campos de prisioneros y cárceles de la región: 6000 prisioneros del campo de Ostáshkov, 4000 de Starobilsk, 4500 de Kozielsk y 7000 prisioneros de la parte oeste de Bielorrusia y Ucrania.

Las ejecuciones estuvieron a cargo de Vasili Blojín, el principal verdugo de la NKVD estalinista. Después de servir al ejército imperial ruso durante la Primera Guerra Mundial, Vasili se unió a la Cheka en 1921. [7] Su notoriedad por su capacidad para asesinar, torturar y ejecutar clandestinamente, le ganó el favor de Stalin, quien en 1926 lo nombró jefe de la comandancia del Departamento Ejecutivo de la NKVD, específicamente creado para los “trabajos sucios”. Él y su equipo de verdugos realizaron y supervisaron numerosas masacres durante la Gran Purga y la Segunda Guerra Mundial. Blojín se reservaba personalmente el disparo en las ejecuciones de reos de alto perfil político, como los viejos bolcheviques sentenciados en los juicios de Moscú.

Pero nada de lo que había realizado previamente resulta comparable con la masacre que perpetró en Katyn. “Blojin se trasladó hasta el campo de concentración de Ostashkov, donde junto con otros dos agentes de la Cheka acondicionó un barracón con paredes acolchadas e insonorizadas y decidió imponer una cuota verdaderamente estajanovista de doscientas cincuenta ejecuciones cada noche. Se llevó consigo un delantal de cuero y una gorra de carnicero que utilizó para llevar a cabo uno de los actos más prolíficos de asesinato en masa que haya ejecutado un solo individuo, matando a siete mil hombres exactamente en veintiocho noches, con una pistola Walther de fabricación alemana, para evitar futuras identificaciones”. [8]

Entre el 3 de abril y el 19 de mayo de 1940, cerca de 22 mil oficiales polacos fueron asesinados cual ganado yendo al matadero. Blojín diseñó un sistema de ejecución en el que los prisioneros eran conducidos uno por uno a una habitación para una identificación. De allí eran esposados y conducidos a otra sala con paredes acolchadas para aislamiento acústico y suelo de hormigón en pendiente con desagüe, donde Blojín los esperaba tras la puerta. Cuando los prisioneros ingresaban, les disparaba en la nuca. Durante 28 noches mató personalmente a 7 mil polacos, a razón de un preso cada tres minutos, siendo el asesinato masivo más prolongado que un solo hombre haya perpetrado en toda la historia. [9]

El crimen no se limitó al asesinato masivo de polacos: también se intentó borrar las huellas del mismo haciendo desaparecer a las víctimas, enterradas en fosas comunes. Luego de las ejecuciones, los cuerpos eran inmediatamente cargados en camiones y llevados todas las noches hasta unas 24 trincheras excavadas de ocho y diez metros de longitud en el bosque de Katyn para enterrarlos y borrar sus rastros.

La guerra prosiguió. El 22 de junio de 1941 Hitler traicionó a Stalin al iniciar la Operación Barbarroja: invadió el resto de Polonia y avanzó hacia Moscú. En noviembre de ese año, el embajador de Polonia Stanislaw Kot preguntó a Stalin por el paradero de los polacos detenidos. Éste fingió llamar por teléfono a Beria y cambió de tema. En diciembre, exhibiendo una falsa preocupación, Stalin le informó al general Anders que los polacos se habían escapado a Mongolia.

Pero, de algún modo, los muertos negados encuentran modos de retornar. En abril de 1943 empezaron a aparecer manadas de lobos por la zona de Katyn y los alemanes destinaron un destacamento para eliminarlos. Al internarse en el bosque, descubrieron parte de los osarios de las víctimas que asomaban desde la tierra y cuyo olor había atraído a los lobos. Los nazis autorizaron entonces a la Cruz Roja polaca para investigar el lugar. Identificaron así a los oficiales del ejército polaco que habían sido dados por desaparecidos durante la ocupación rusa.

A partir de ese momento, se produjo un cambio de estrategia en el Politburó: las víctimas de Katyn pasaron de desaparecidas a… asesinadas por los nazis. Se valió del plan alternativo que había ideado en caso de que se descubriera la masacre empleando armas alemanas en la ejecución, y acusó a la Gestapo y el ejército alemán por el genocidio. Lo cual resultaba verosímil, debido a los antecedentes de los alemanes. Pero obligaba a correr la fecha de las muertes de 1940 a una fecha posterior, cuando los nazis tomaron toda Polonia. El descubrimiento produjo la ruptura entre el gobierno polaco en el exilio en Londres y la URSS. Pero como en ese momento de la guerra, Rusia era aliada de Inglaterra y EE.UU., ambos países apoyaron la versión de Stalin por razones estratégicas, a pesar de que estaban al tanto de la verdad.

El estado ruso siguió sosteniendo la negación de la responsabilidad hasta 1989, cuando Mijaíl Gorbachov hizo públicos documentos secretos y reconoció que el NKVD fue responsable de la matanza y el encubrimiento, calificando a la Masacre de Katyn un crimen del estalinismo. En 1990, el presidente polaco Lech Walesa recibió de manos de Boris Yeltsin, los archivos secretos que probaban la responsabilidad soviética en el crimen. Aun así, los defensores de la versión estalinista sostienen que los documentos desclasificados serían falsos y hechos para desacreditar a la URSS. En 2004, a instancias de Vladimir Putin, Rusia archivó la investigación de la masacre de Katyn arguyendo que ya habían fallecido todos los oficiales soviéticos imputados en las matanzas.

El 10 de abril de 2010, en la conmemoración del setenta aniversario de la masacre, se estrelló el avión en el que viajaba el presidente polaco Lech Kaczynski junto a su esposa, mandatarios políticos, oficiales del ejército y miembros del clero. Se dirigían a la ceremonia recordatoria a la que iba a acudir también el gobierno ruso. El 26 de noviembre de ese año, la Duma Estatal de la Federación de Rusia aprobaba la declaración Acerca de la tragedia de Katyn y sus víctimas en la que reprobó las persecuciones en masa de ciudadanos del propio país así como de ciudadanos extranjeros, incompatibles con el Estado de derecho y la idea de justicia. El 16 de abril de 2012, el Tribunal Europeo de Derechos Humanos sentenció como crimen de guerra la matanza de Katyn, y el 21 de octubre de 2013 condenó a Rusia por no haber ofrecido todas las facilidades necesarias para investigar adecuadamente la matanza.

¿Genocidio?

La masacre de Katyn hoy conceptuada como un genocidio por parte de Polonia y otros Estados. De hecho, Polonia fue objeto de un genocidio político compartido por las dos potencias que la ocuparon entre 1939 y 1941. Pero cabe considerar las diferencias entre la política de exterminio racial del nazismo, y la política criminal de desnacionalización del estalinismo.

Alexandra Viatteau, por ejemplo, habla de genocidio soviético en Polonia, ya que atacó el “crimen de nacionalidad polaca”, ejecutando a aquellos sujetos poseedores de estatutos, competencias o funciones que eran el sostén de Polonia como nación. A diferencia del racismo nazi, los rusos emplearon criterios sociopolíticos, ideológicos, religiosos y morales para perpetrar los crímenes. Otros autores señalan que las deportaciones eran parte de la política de seguridad de la URSS, que incluía a pueblos ubicados en fronteras y regiones estratégicas que presentaban dificultades de defensa militar, como era el caso de Polonia. Se justificaban así las deportaciones y la eliminación de elementos socialmente peligrosos para garantizar la seguridad del estado soviético, lo que no deja de ser un argumento similar al planteado por Alemania al llevar a cabo sus invasiones. Y en última instancia, es el argumento común de cualquier país invasor.

También se ha señalado que la intención del estalinismo no era la destrucción física los grupos étnicos y nacionales, sino su reeducación y asimilación. La historiadora Francine Hirsch sostiene que la política soviética pretendió erradicar las culturas nacionales, y dado que el nacionalismo es un asunto cultural y no biológico, se priorizó una estrategia de “amputación etnohistórica” mediante el desarraigo, la reeducación y la asimilación, antes que el asesinato. De todos modos, aunque la intención de los soviéticos no fuera el exterminio de otras naciones, el objetivo de ingeniería social basado en reeducar o erradicar sujetos sospechosos de ser nacionalistas y contrarrevolucionarios constituye un asesinato simbólico y cultural, que a su vez terminó derivando en la comisión de asesinatos masivos. Buena parte de la política estalinista se caracterizó por demonizar grupos nacionales en pos de alcanzar una uniformidad social y política en todo el territorio de la URSS. En ese sentido, la estigmatización a personas de ser “nacionalistas”, “asociales”, “contrarrevolucionarios” o “enemigos del pueblo” no es tan diferente de la estigmatización étnica, sobre todo si termina ofreciéndole al sujeto el mismo destino de confinamiento en campos concentracionarios y la muerte. De ahí que el historiador Eric Weitz califique las “limpiezas” soviéticas de “política racial sin concepto de raza”.

Bernard Bruneteau señala con pertinencia que no se puede hablar de un “Holocausto rojo”, pero “la creación de categorías desde una perspectiva de ingeniería social, en la que se puede considerar a los hombres como fundamentalmente distintos y por tanto superfluos, es el comienzo de un camino que tiene en el genocidio una de sus posibles salidas”. [10] Pese a las masacres masivas perpetradas por el régimen soviético entre 1930 y 1940, la ausencia de una ideología racial y el carácter utilitario de la política de limpieza étnica constituyen factores que la diferencian del nazismo. De ahí que algunos historiadores consideren necesario distinguir entre Estados que cometen actos de carácter genocida, como fue el caso de la URSS durante el estalinismo, y Estados genocidas, cuyos objetivos políticos explícitos suponen la perpetración de un genocidio, como es el caso de la Alemania nazi. Aunque visto desde la perspectiva de las víctimas, el debate en torno de estas diferencias no deja de ser una sutileza meramente académica. Es lo que justamente plantea dramáticamente el film de Andrej Wajda.

Wajda y su padre

Considerado uno de los realizadores más destacados de la escena mundial, Andrzej Wajda puso al cine polaco en el interés de la crítica cinematográfica mundial desde la postguerra. Gran parte de su filmografía se centra en la historia social y política de Polonia desde una mirada nacionalista y crítica al régimen comunista: Kanal (1956), Cenizas y diamantes (1958), El hombre de mármol (1976), El hombre de hierro (1981). En 2007 dirigió Katyn, donde articula la tragedia de Polonia durante la Segunda Guerra con la suya personal: su padre, oficial de caballería polaco, fue asesinado por los soviéticos en la masacre de Katyn. El director recuerda que: “Mientras que el crimen de Stalin privó a mi padre de su vida, mi madre fue afectada por las mentiras y la vana esperanza del retorno de su esposo”. El crimen masivo, la esperanza vana de los familiares y las mentiras de Estado son recreados por Wajda para reconstruir los hechos negados por los perpetradores y homenajear a su padre y los 22 mil polacos masacrados. Al mismo tiempo se detiene en el redoblamiento del crimen con su negación y posterior falsificación del mismo: “Un tema paralelo al crimen de Katyn es la mentira de Katyn, y la versión oficial soviética de que los alemanes lo habían perpetrado en 1941 luego de invadir el territorio soviético durante la guerra. La mentira tuvo el más grande impacto en esposas, madres e hijas de los oficiales asesinados. Porque fueron estas mujeres, en su lucha por descubrir la verdad, quienes experimentaron la más grande represión por parte del nuevo gobierno que siguió a partir de 1945. Este es el por qué, por años, Katyn ha sido una herida abierta y supurante en la historia de Polonia que rogaba por un film polaco que abordara el tema”. Para lo cual, en determinado momento del film, nos trae su Antígona polaca.

Wajda adapta y traslada la tragedia de Sófocles al escenario de postguerra de la República Popular Polaca bajo el régimen comunista. [11] Agnieszka e Irena son hermanas de Piotr, un ingeniero polaco asesinado en Katyn. La primera luchó en el levantamiento de Varsovia y, como Antígona, lucha por preservar la memoria de su hermano y la verdad sobre la masacre de Katyn. Irena es directora de escuela en Cracovia. Se ha adaptado a la nueva situación política de su país y, cual Ismena, intenta persuadir a su hermana de la ira de las autoridades. Ella se ha convencido a sí misma de que Polonia no volverá nunca más a ser un país independiente y se acomoda al nuevo orden para sobrevivir. Sabe que lo que hace su hermana amenaza también su situación acomodada dentro del régimen. El conflicto se desata cuando Agnieszka quiera poner una lápida en la iglesia en memoria de su hermano en la que diga que fue asesinado en 1940, y no en 1941 durante la ocupación alemana de la región.

A diferencia de la tragedia de Sófocles, no hay aquí un conflicto entre dos hermanos que se matan entre sí por ocupar un trono. Hay sólo uno, asesinado por la Cheka. La maldición de los dioses a la estirpe de los Labdácidas deviene aquí maldición política contra los polacos. A lo largo del film, Wajda muestra los paralelos y similitudes del accionar de los nazis y los soviets para con la población invadida: detenciones, persecuciones, deportaciones, asesinatos. Al punto que por momentos ambos bandos se vuelven indiscernibles en la estrategia de mentira e imputación mutua de actos criminales contra los polacos. En una escena clave, la esposa de un alto oficial asesinado en Katyn es llevada a las oficinas de la Gestapo para recibir la medalla militar de su marido rescatada de las fosas comunes, pero sobre todo para que declare en una grabación que la autoría del crimen es de los comunistas. Ante esta utilización política de la masacre, ella se rehúsa a hablar, pero no porque no sea cierto que los rusos fueran los responsables. Se trata de la adopción de una posición de neutralidad, que no es equivalente a indiferencia: ella no se va a poner a beneficiar a ninguno de los dos regímenes que están matando a su pueblo. Y en este contexto, decir la verdad implicaría al mismo tiempo favorecer a los nazis.

A diferencia de Creonte, cuyo edicto prohibía celebrar los rituales funerarios a Polinices por haber atacado Tebas, en el film, una vez develado el destino de los 22 mil oficiales desaparecidos, no se prohíben los rituales o una tumba para las víctimas, sino que se niega la verdad sobre los victimarios. Y es la inscripción que Agnieszka pone en la lápida de su hermano para rescatar su memoria la que desata la tragedia, la que se reduce a una fecha: 1940 y no 1941, como pretende el relato oficial. El conflicto se suscita en torno de una fecha que desbarata un relato sobre lo acontecido. Ya no es el problema del destino del cuerpo de su hermano. Si Creonte atacaba el carácter sagrado del ritual y de los restos de Polinices, aquí lo que queda afectada es la verdad histórica en torno de los victimarios de Katyn.

Cuando Antígona es detenida por violar el edicto de Creonte, es conducida ante él. Pero las cosas han cambiado desde el mundo antiguo al contemporáneo. Quien niega (primero el asesinato y, cuando ya no era posible seguir haciéndolo, la responsabilidad) ya no es un Amo antiguo. El Amo queda sustituido por la burocracia anónima del Partido. Stalin, a diferencia de Creonte, no se presenta al modo de un amo cuya decisión es todopoderosa. Por más que Stalin fuera un dictador, todo se ofrece con la apariencia de una decisión del Politburó, votada y sancionada como verdad oficial por el partido gobernante, del que Stalin es un servidor. De modo que cuando Agnieszka es detenida por intentar poner la lápida en un cementerio, será confrontada con unos funcionarios anónimos. Ya no hay un Amo con el que debatir. Y la confrontación es con el saber oficial sancionado, del que los funcionarios de la policía secreta son sólo agentes del mismo.

De ahí el debate inútil de Agnieszka, ya no en torno de las leyes de los dioses y de los hombres como en Antígona, sino de la posición de obediencia ciega del jerarca al saber oficial. Cuando es confrontada por el oficial a cargo del interrogatorio que le dice que difunde información falsa sobre Katyn, ella le pregunta por qué cree que es falsa y tiene la certeza de que el crimen fue obra de los alemanes. Como toda respuesta, el burócrata le señala que ella quiere calumniar a los soviéticos, y que hay una sola verdad. Ante la resistencia de la joven, le pregunta si no quiere vivir en su propio país o si considera su vida insoportable, al punto de querer hacerse matar por ellos. Cansados de su posición inquebrantable, la conducen a un sótano. Como Antígona, ella desciende a una tumba, pero ya no son los dioses de la tierra los que la alojan, sino las frías catacumbas de la Cheka, de donde no saldrá más viva. Si en la tragedia se castigaba la desobediencia al Amo, aquí se trata de matar la palabra sobre lo acontecido. Un mortífero y mortificante esfuerzo por silenciar una verdad. Katyn, de Wajda, es el modo cinematográfico de dar palabras e imágenes a ese real decretado como no acontecido.


[1La sorpresa y falta de preparación rusa ante la Operación Barbarroja lanzada por Alemania en 1941 prueban hasta qué punto el argumento de ganar tiempo era una excusa. Stalin, sorprendentemente, había creído en la amistad de Hitler.

[2La NKVD era el Comisariado del Pueblo para Asuntos Internos, un departamento gubernamental fundado luego de la revolución de 1917 cuyas principales funciones eran policiales y de seguridad del Estado.

[3En una transmisión radial del 1 de octubre de 1939, Winston Churchill dijo: “Polonia ha sido nuevamente atropellada por dos de las grandes potencias que la mantuvieron en la esclavitud durante ciento cincuenta años, pero que no pudieron apagar el espíritu de la nación polaca. (…) Rusia ha seguido una política fría y egoísta. Hubiéramos deseado que los ejércitos rusos estuvieran en esa línea que actualmente ocupan, como amigos y aliados de Polonia en lugar de invasores. (…) No puedo predeciros cuál ha de ser la actitud de Rusia. Es un acertijo envuelto en un misterio dentro de un enigma; pero quizás haya una clave. Esa clave es el interés nacional ruso”. (Churchill, W., La segunda guerra mundial, Vol. 1, Buenos Aires, Peuser, 1961, pág. 403-404)

[4Bruneteau, B.; El siglo de los genocidios. Violencias, masacres y procesos genocidas desde Armenia a Ruanda, Alianza, Madrid, 2004, pág. 120-121.

[5“El Líder” en ruso. Así se referían a Stalin en la URSS. Es un equivalente al término alemán Führer en relación a Hitler.

[6Montefiore, S.; La corte del zar rojo, Crítica, Barcelona, 2004, pág. 343.

[7La Checa (’Comisión Extraordinaria Panrusa’) fue la primera de las organizaciones de inteligencia política y militar soviética, Creada el 20 de diciembre de 1917, tuvo por función suprimir y liquidar, con amplios poderes y casi sin límites legales, todo acto “contrarrevolucionario”.

[8Montefiore, ob. cit., pág. 343.

[9Al morir Stalin en 1953, y con el proceso de desestalinización iniciado por Nikita Kruschev, Blojin fue obligado a solicitar el retiro. Se volvió alcohólico, enloqueció y se suicidó el 3 de febrero de 1955, según la versión oficial.

[10Bruneteau, ob. cit., pág. 124.

[11Con el final de la Segunda Guerra Mundial, la conferencia de Yalta sancionó la formación de un gobierno provisional de coalición procomunista en Polonia, para satisfacción de Stalin. Luego de dos años, el Partido Obrero Unificado de Polonia tomó el control del país, convirtiéndolo en un satélite del poder soviético.



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