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Volumen 15
Número 2

Septiembre 2019 - Marzo 2020
Publicación: Octubre 2019
Ignacio Martín-Baró: 30 años


Resumen:

Al cumplirse 25 años del asesinato de Martín-Baró, el boletín The Just Word, publicó una serie de breves testimonios en español y en inglés. Este artículo compila esos textos, a la vez que actualiza algunos de ellos. Son contribuciones de profesionales de Argentina, Austria, El Salvador y Estados Unidos que conocieron a Martín-Baró y/o interactuaron con su obra y su pensamiento. Aportan así información valiosa, a la vez que introducen la necesaria cuota de memoria y compromiso.

Abstract English version

[pp. 7-12]

Cinco semblanzas sobre Ignacio Martín-Baró

Adrianne Aron
Esteban Costa
José Luis Henríquez
Simone Lindorfer

Recibido 5/3/19 - Aceptado 10/6/19

Computadores portátiles y lealtad

Adrianne Aron
University of California

¿Cuándo fue? Tal vez en 1986. Ignacio estaba de visita en San Francisco, e íbamos en camino a Santa Clara para ver a Charlie Bierne quien tenía una sorpresa para él, algo especial que prefería no anticiparle.

Cuando Ignacio vio lo que estaba empacado en la caja que Charlie sacó y puso sobre el capó del coche, se le iluminaron los ojos como a un niño pequeño. ¡Un computador portátil! Uno de los primeros en el mercado. Con esto, él podría viajar sin atrasarse en su trabajo. Él podría aceptar más invitaciones a dictar charlas, lo que constituía una especie de póliza de seguro para los jesuitas de la UCA, quienes se encontraban bajo la constante amenaza de los militares y necesitaban la exposición internacional como forma de protección.

Pero, ¿cómo lo había logrado Charlie? El presupuesto personal de Ignacio era tan apretado, sólo haciendo colectas de los estudiantes de pregrado de altos recursos de la UCA era capaz de comprar galletas y dulces para los niños en Jayaque, lugar en donde era párroco. Para llevar juguetes a los niños para la Navidad, tenía un trabajo adicional: dar clases de guitarra a cambio de dinero en efectivo extra. Este Robin Hood del campo, un jesuita con votos de pobreza y de servicio, ni siquiera podía soñar con un computador portátil. En la universidad llevaba el título de vicepresidente, pero sus bolsillos estaban vacíos. Charlie, un compañero jesuita, era también un vicepresidente universitario, pero en Santa Clara, en una institución más próspera. Charlie podía conseguir un computador y, en el espíritu del pensamiento y praxis de la liberación, regalarlo a un amigo que lo necesitaba.

Unos años más tarde, ese mismo espíritu llevó a Charlie Bierne desde su cómodo campus de California al asediado El Salvador, para ocupar el puesto vacío de un vicepresidente asesinado y ayudar a reconstruir la universidad que estuvo a favor del cambio social.

Tengo dinero en el bolsillo, ahorros guardados para la Navidad, y un computador portátil en la mochila. Oigo una voz que susurra en un acento español: Praxis...

Adrianne Aron es psicóloga y trabaja con sobrevivientes de tortura. Vive en California. Editó y tradujo el trabajo del psicólogo salvadoreño Ignacio Martín-Baró (Writings for a Liberation Psychology, Harvard University Press, 1994).

Una deuda pendiente con los lisiados de guerra salvadoreños

José Luis Henríquez
Universidad Centroamericana "José Simeón Cañas"

Muchas tareas le quedan a la psicología por acometer, y más entre nosotros.
Quizá su primera y más importante labor consista en cobrar conciencia de sí misma, de su historia y, por ende, de la historia de aquellos de quienes pretende hablar.
...La psicología tiene una cita urgente con el pueblo centroamericano -un pueblo al que mucho se invoca quizá para impedir su propia voz. Sería lamentable que, dentro de otros cien o cincuenta o veinte o aun diez años la psicología siguiera sin acudir a esa cita, preocupada y ocupada casi exclusivamente con el inconsciente de quienes se encuentran bien abastecidos, mientras la conciencia del pueblo sigue ignorada y desabastecida.
(Martín-Baró, I. (1979). Cien años de psicología. Estudios Centroamericanos, 34 (368), 432-433).

Una década después de la firma de los acuerdos de paz, en un análisis de los problemas de salud mental de lisiados de guerra, encontramos que: La presencia de estrés postraumático está asociada con la exposición a persecución, secuestro, tortura, emboscadas, deprivaciones o separación familiar (víctima de actos violentos), así como a la muerte de padres, hermanos, cónyuge, hijos, la familia completa, o amigos. La presencia de alcoholismo está relacionada con el sufrimiento de una discapacidad y la exposición conjunta a actos de violencia, pérdida de seres queridos y ser testigo de la violencia. Todos estos problemas de salud mental están asociados a bajos niveles de educación formal y a no disponer de una actividad remunerada. Los mayores índices de estrés y menores índices de apoyo social son predictores significativos de los diversos problemas de salud mental mencionados.
Estos hallazgos dicen que el estrés postraumático y el alcoholismo no solo están relacionados con las experiencias directas de la violencia sino también con los efectos sociales indirectos derivados de la guerra. Se tiene que reconocer diferentes sucesos desventajosos, tales como enfermedad o fallecimiento de parientes, conflictos intrafamiliares, pérdida de vínculos afectivos, problemas laborales, legales o económico, y la inclusión en un entorno inmediato de relaciones en el que se percibe muy poco, o nada, de consideración, tolerancia, equidad, comunicación franca, aceptación, solidaridad y respeto. Tales condiciones denotan una pérdida importante en el bienestar de las personas fomentadas en parte por lo acaecido en sus vidas durante el conflicto armado y en parte por la insatisfacción de necesidades básicas.

Cualquier programa diseñado para la atención durante la posguerra de los lisiados salvadoreños durante la posguerra, debe admitir que los problemas de salud mental resultan de cosas de adentro y cosas de afuera, son producto de esos acontecimientos trágicos que nos hacen sufrir, pero también son producto de ser mujer, de ser viejo, de carecer de escuela, de carecer de un sueldo, de estar solo, de vivir en tensión. Por lo tanto, no debe dirigirse únicamente a abordar sus afectaciones sino también a la transformación de esas relaciones sociales que las afectaciones reflejan. Esto supone actos efectivos e impostergables en el campo educativo, jurídico, social, económico, político y, por supuesto, también en el campo de la salud mental.

En el 25 aniversario de los Mártires de la UCA, deberíamos decir que sí, que sí asistimos a las palabras de Ignacio Martín-Baró.

José Luis Henríquez es Profesor del Departamento de Psicología de la Universidad Centroamericana “José Simeón Cañas”, El Salvador.

Martín-Baró, Antígona y las Abuelas de Plaza de Mayo: un compromiso en acto

Esteban Costa y Juan Jorge Michel Fariña
Universidad Nacional de Lomas de Zamora
Universidad de Buenos Aires

“Escucha, escucha… ¿oyes cómo suenan las bombas?”.
“Nacho, ¿cuándo se va a arreglar eso?”.
“Querida Alicia, tiene que haber muchas muertes, muchas muertes todavía”.

(Del diálogo telefónico entre Ignacio Martín-Baró con su hermana Alicia, la noche previa a la tragedia)

Una muerte anunciada. Death Foretold. Así titulaba Marta Doggett su obra sobre el asesinato de los jesuitas. Ese 16 de Noviembre de 1989, la Red de Salud Mental y Derechos Humanos, creada dos años antes en el Congreso de la Sociedad Interamericana de Psicología (SIP) en La Habana, había organizado una conferencia a distancia a través de computadoras. El tema de discusión era la cuestión de la apropiación y cambio de identidad en niños desaparecidos en América Latina y el compromiso de los psicólogos en la tarea de restitución de esos niños, hoy adultos.

Debían participar de ese evento colegas de Boston, California, Santiago de Chile, El Salvador y Buenos Aires. Esa madrugada, al conocerse la terrible noticia del asesinato de los jesuitas, el encuentro virtual se dedicó a organizar acciones de denuncia y solidaridad internacional.

A 30 años de aquellos hechos, la referencia a la Antígona, de Sófocles, resulta insoslayable. También ella fue advertida por el tirano respecto de las consecuencias de enterrar el cuerpo sin vida de su hermano Polinices ¿Qué es un desaparecido, sino alguien asesinado y cuyo cuerpo fue sustraído a la familia para impedir el necesario ritual de sepultura? Para Antígona, como para Ignacio Martín-Baró, el compromiso con una causa justa no admitía especulaciones políticas. Ignacio sabía como pocos que no se trata de una tarea sólo intelectual. El propio cuerpo está involucrado. Su figura será recordada por sus eminentes aportes a la psicología social y política, pero sobre todo por este compromiso en acto.

Esteban Costa es Profesor Titular de Psicología Social en la Universidad Nacional de Lomas de Zamora y en 1989 se desempeñaba como coordinador institucional en el Movimiento Solidario de Salud Mental (MSSM). Juan Jorge Michel Fariña es Profesor Titular de Psicología, Etica y Derechos Humanos, Universidad de Buenos Aires (UBA). La experiencia de 1989 fue realizada conjuntamente entre la UBA y el MSSM.

Reflexiones a partir de haber conocido a Ignacio Martín-Baró

Vicky Steinitz y Elliot Mishler
Harvard University

Conocimos a Ignacio Martín-Baró en 1989 en la casa de Ramsay y Joan Liem durante una reunión del Comité de Salud Mental del Boston Comité de Derechos de la Salud en Centroamérica. Fue un momento de transformación para nosotros. Menos de un año después de esa reunión, la noticia de su asesinato nos sumió en el dolor y en la búsqueda imperiosa de modos a través de los cuales incrementar nuestra contribución a la lucha por la paz y la justicia por la que Ignacio vivió, trabajó y murió.

El propio Ignacio Martín-Baró se alineó plenamente con el pueblo salvadoreño en su resistencia colectiva a la opresión, y lo hizo en la "situación límite" de la guerra y el terror patrocinado por el Estado. Sabíamos que no éramos lo suficientemente valientes como para asumir el mismo compromiso total que él había hecho en su trabajo de toda la vida. Aún así el asesinato de Ignacio nos desafió a salir de nuestra zona de confort como críticos académicos de la corriente principal de investigación y teoría psicológica en los Estados Unidos. Empezamos a buscar formas más profundas y significativas para dedicar nuestro ser personal y profesional a la lucha por la igualdad y la justicia.

En los años posteriores a su muerte, fuimos a El Salvador en calidad de observadores electorales del FMLN y a Chile para consultar con los miembros del Instituto Latinoamericano de Salud Mental y Derechos Humanos (ILAS) sobre la futura dirección de su trabajo. También hemos luchado por reorientar nuestro propio trabajo en los Estados Unidos. ¿Cómo podríamos ir más allá de la investigación en defensa de otros menos afortunados que nosotros, hacia la participación solidaria con los oprimidos y los movimientos de resistencia? Los conceptos de alineación y la "opción preferencial por los pobres" de Ignacio han guiado nuestro camino.

Hemos apoyado el Fondo Martín-Baró desde su creación. Nos dimos cuenta de inmediato de que el Fondo era una manera brillante de continuar la obra de Ignacio. El Fondo identifica los esfuerzos comunitarios auténticos para construir sobre las fortalezas naturales de las personas, esenciales para la recuperación de un trauma psicosocial. Para apoyar esta labor, el Fondo no solo proporciona recursos materiales sino también el fortalecimiento personal y el reconocimiento público de los trabajadores de salud mental localizados en "situaciones límite" peligrosas que ponen en riesgo sus propias vidas.

Reflexionamos sobre los últimos 25 años con una mezcla de tristeza por la enorme pérdida de la vida de Ignacio y la apreciación por los aportes extraordinarios que el Fondo ha hecho para continuar su legado.

Elliot Mishler fue profesor de Harvard University hasta su muerte en 2018. Vicky Steinitz vive actualmente en Cambridge, MA, y continúa trabajando activamente por la paz y la justicia.

Cómo han afectado mi trabajo como psicóloga los escritos de Martín-Baró

Simone Lindorfer
Harvard University

Recuerdo muy bien mi primer "encuentro" con los escritos de Ignacio Martín-Baró. En 1999, estaba de vacaciones durante un contrato de trabajo en África. Me asignaron como "especialista en trauma" a un proyecto en el norte de Uganda, donde se había librado una guerra brutal durante una década, liderada por un ejército rebelde que secuestró y esclavizó a niños como "niños soldados". Mi tarea consistía en ayudar a una organización religiosa local a implementar intervenciones basadas en la comunidad que facilitaran la reintegración a sus comunidades de los niños que fueron secuestrados.

Me sentía atrapada con los conceptos profesionales que me habían enseñado y me sentí insegura sobre el papel que los occidentales, como yo, y las ONG internacionales estaban jugando en la región.

Recuerdo haber recibido el libro de Martín-Baró de un amigo. Lo leí sin respiro, sin pausa, y me sentí profundamente conmovida por sus escritos sobre el papel de la psicología. No encontré solamente conceptos eficaces de intervención o un programa psicosocial adaptado para mi trabajo en el norte de Uganda, sino algo más importante: el sentido de orientación y un marco de valores que empezaron a incidir radicalmente mi forma de pensar sobre lo que estaba haciendo. Empecé a entender que no se trataba de mí, realizando intervenciones, sino de comprender, junto con las personas más afectadas, cómo recuperar una sensación de poder en medio de la guerra. Los escritos de Martín-Baró me hicieron crítica de la abrumadora presencia de organismos internacionales la cual ha ido socavando el accionar de las personas.

Cuando me preguntan hoy qué es lo diferente acerca de la forma en que hago mi trabajo como psicóloga de la liberación, por lo general respondo que mi acercamiento a ver y juzgar el trabajo de la psicología es sensible a las sutilezas de poder implicadas. Rechazo instrumentalizar la psicología y la terapia para hacer "funcionar" a la gente en sistemas disfuncionales. Selecciono los proyectos para los que quiero trabajar más críticamente. Me pregunto: "¿El proyecto empodera a los marginados? ¿Mantiene el desequilibrio de poder entre quien ofrece y quien recibe ayuda”?" Ofrezco servicios psicoterapéuticos gratuitos para aquellos que no pueden pagarlos, porque creo que la salud mental no es sólo un derecho fundamental, sino también un requisito previo importante para el empoderamiento personal y político. Martín-Baró me ha proporcionado nada menos que un "nuevo horizonte" para mi forma de hacer psicología.

Simone Lindorfer, teóloga católica, psicóloga y psicoterapeuta especializada en trauma, completó un doctorado en la psicología de la liberación de Martín-Baró y la violencia de género en África del Este.



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