¿Cuál es la relación entre ética y música? Ya Aristóteles había anticipado en su “Política” la función purificadora de los coros trágicos, que radicaba justamente en permitir una transformación a través de la mímesis sensible del cuerpo que vibra.
Una pequeña historia permite ahondar en esta dimensión ética del acto musical.
El Quinteto Tiempo es una de las agrupaciones vocales más brillantes y comprometidas de la música popular latinoamericana. Creado en 1972, continúan brindando su arte en escenarios tan variados como los estudios de radio y televisión, los patios de escuelas, las asambleas o los festivales solidarios.
Durante las décadas del 70 y del 80, el terror de Estado signó la existencia de muchos pueblos centroamericanos, entre ellos los de Guatemala y El Salvador. En aquellos años, circulaba cierto saber, nunca oficializado, acerca del destino final de los cuerpos de quienes desaparecían: el río Gavilán, de Guatemala. El efecto siniestro se resumía en la frase “el río te llama”, que adquiría así un claro sentido de amenaza paralizante.
A mediados de los años setenta, el Quinteto Tiempo viaja por primera vez a Centroamérica. Invitados por los Jesuitas, realizan una amplia gira, tocando en sindicatos, plazas públicas y ferias regionales. En su repertorio figuraba una canción de Julio Lacarra, “El río está llamando”, cuyos versos otorgan al río un sentido peculiar: “Dame tu ternura en estos días / que la calma huele a tempestades / Si la lucha es larga / el río está llamando / y nos grita adelante!”. Alejada de toda connotación siniestra, la canción se popularizó como una esperanzada convocatoria a resistir cualquier forma de opresión.
Diez años más tarde, en una de las páginas más trágicas de nuestra historia, el ejército salvadoreño asesina brutalmente a un grupo de Jesuitas en los jardines de la Universidad Centroamericana. Entre ellos, nuestro recordado Ignacio Martín-Baró. Los cuerpos son velados en la sede misma de la universidad y trasladados luego al cementerio en una larga caravana. Durante el trayecto, los numerosos asistentes comienzan a corear, de manera espontánea, “El río está llamando”.
En la vibración musical la frase se hizo metáfora viva, destituyó la parálisis de la amenaza con el nuevo decir sobre el río, otro sentido se hizo posible porque otra narrativa lo llevó a protagonizar la esperanza de un porvenir.
Si, como dice Paul Ricoeur, la experiencia humana evidencia su carácter temporal, será con la narración que se hace posible la trama. La trama –traducción del mythos aristotélico– pertenece al campo poético, en tanto que la acción o suceso que la trama relata, se corresponde con la ética. El suceso quedará representado, pero no se debe entender a la representación como un redoblamiento presencial, sino el corte que abre el espacio de la ficción, en tanto potencia del lenguaje.
Así, a través de la canción, un pueblo recuperó su río. La memoria de los jesuitas asesinados fue creciendo en el tiempo y a pesar de los años transcurridos desde aquella tragedia, el Quinteto Tiempo volverá a cantar en Guatemala y en El Salvador. La llamada siniestra ha devenido acto creador.