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Volumen 18
Número 1 Especial

Junio 2022
Publicado: Junio 2022
New Amsterdam


Editorial [pp. 3-4]

La bioética en vivo y en directo en New Amsterdam

Elizabet Ormart

Universidad Nacional de La Matanza

New Amsterdam (David Schulner, 2018) se presenta como una serie de médicos y se ubica luego de una larga lista de éxitos televisivos. Con enfoque más esperanzador sobre la labor médica, New Ámsterdam desanda el camino de profesionales poco empáticos, al que los espectadores se habían acostumbrado con el Dr House o Good Doctor (David Shore 2004 y 2013) y se posiciona en la vía deontológica del buen obrar profesional.

Si bien House se preocupaba por lograr que sus pacientes recibieran tratamiento, lo hacía para poder poner a prueba sus hipótesis científicas, antes que por la salud del paciente. El Dr. Max Goodwin, director médico de New Ámsterdam se preocupa por las personas, sus motivaciones y la calidad de sus vidas. Antepone la asistencia humanitaria a los métodos de la ciencia. Podríamos decir que mientras que House encarna al científico e investigador que hay detrás del médico, Max encarna al eticista utópico.

En esta serie, como en otras, el trasfondo está enmarcado en la vida personal de los profesionales de salud. Este recurso estético permite lecturas en paralelo de los encuentros y desencuentros entre las vidas de los médicos y los tratamientos de sus pacientes.

En este número especial, tomaremos algunas escenas en las que se ponen de relieve situaciones dilemáticas de la bioética que van acompañadas de un impacto emocional en los pacientes y que encuentran en el formato-serie el terreno dramático de escenificación.

Las historias de la Dra. Helen Sharpe, el Dr. Max Goodwin, el Dr. Iggy Frome y los pacientes que concurren al hospital se enlazan en un entramado que deja ver los dilemas bioéticos en tiempo real. Las licencias del observador nos permiten pausar la vorágine del tiempo de ver y construir un proceso reflexivo y recursivo para dar lugar al tiempo de comprender y decidir con fundamento. Reflexionar sobre los avances tecnocientíficos supone conocerlos, comprenderlos y ponderarlos desde la cara subjetiva que tiene la aplicación de la ciencia.

Sostenerse en una posición intermedia entre el fatalismo de los anticientíficos, sostenido en frases tales como “lo que Dios quiera”, y el extremo de los tecnocientificistas, expresado en “la ciencia todo lo puede” es el desafío en vivo y en directo de la bioética en el New Amsterdam. Un desafío que necesita ser ubicado en las derivas de la subjetividad de la época.

Reflexiones científicas enmarcadas en una sociedad pluralista con diversas creencias religiosas, con distintas formas de pensar y desarrollar un proyecto familiar demanda mentes abiertas al cambio. Pero no al cambio por sí mismo, sino al cambio orientado en la brújula de los principios bioéticos y receptivo a la singularidad situacional.

En el artículo de Paula Abelaira y Nicolás Fernandez Garbin veremos que la ética del bien y la ética kantiana se tensan con la ética del deseo y se desbarata la figura del superhéroe Max. En los artículos siguientes, el eje del análisis recae sobre el personaje de Helen Sharpe y su derrotero por el camino de la maternidad, veremos que los tiempos de la ciencia en un empuje a avanzar en la ruta reproductiva no son los tiempos subjetivos necesarios para el procesamiento del duelo. Los artículos de Greco, Dlabach, Curado, Pasquali y Ormart abordan la cuestión de la maternidad de Helen Sharpe, las demandas institucionales, el reloj biológico y el full time laboral que coloca a la protagonista en una encerrona trágica. Las técnicas de reproducción asistida ofrecen mediaciones instrumentales que posibilitan la concreción de la constitución de una familia, pero al mismo tiempo producen nuevos escenarios de debates bioéticos impensados, renovados y acelerados. En el escrito de Naves y Giannelli podemos encontrarnos con la decisión de una mujer de poner sus derechos sexuales al servicio de los derechos reproductivos de su hermana, cuestión que se enmarcará en el sistema de salud norteamericano y sus vicisitudes económico-legales que posibilitan u obstaculizan los proyectos la labor médica.

Otro personaje destacado en los escritos de Novatti, Wagner, Taborda, Marañon, Ormart y Altavilla, es el personaje de Iggy Frome, padre amoroso de sus hijos que comparte su vida entre el trabajo como psiquiatra del New Amsterdam y su pareja igualitaria. Este personaje nos convoca a situaciones dilemáticas en el quehacer de la salud mental, tales como el tratamiento de una niña psicópata, el acompañamiento de un duelo gestacional, el embarazo y aborto de una joven con discapacidad intelectual y el intento de suicidio de una adolescente. El eje puesto en la figura del profesional de la salud mental bajo las formas del abordaje psicoterapéutico, la intervención en situaciones de urgencia, el trabajo con las familias de los pacientes y la interconsulta nos permiten visualizar un panorama de las áreas complejas a las que somos convocados en nuestro ámbito laboral.

Finalmente, como corolario de este camino, el escrito de González Pla nos muestra la importancia bioético-estética de la forma-serie como herramienta de lectura de la subjetividad de la época y pone en diálogo a New Amsterdam con The Good doctor a través del tratamiento de las diversidades eróticas de los cuerpos.

Beneficencia, autonomía, justicia se ponderan en el transcurso de los escritos y nos invitan a reflexionar, desde las contingencias del aquí y ahora situacional de una bioética en vivo y en directo en el escenario de un hospital general, hacia las herramientas metodológicas y los marcos teóricos asistenciales que sostienen las prácticas en salud pública.



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