A Antonio Pezzino y Leticia Barrán
“... Las ruedas de la historia
son de carne y hueso...”
Higinio Mena.
Recomponer, reordenar la obra gráfica de un artista, para componer un archivo y posibilitar una muestra, es el recorrido preciso por huellas de la historia misma de la obra. También, acompañar a su autor a rememorar el trazo, la intensidad, el sitio, es encontrar puntos de inflexión de la historia colectiva, que trasciende a la subjetividad que la plasmó.
En esa historia, una dimensión posible es la memoria. Así como la tradición oral, la obra gráfica permite y auspicia un frondoso campo de reverberaciones como nexo articulante al oficio de recordar.
Una obra también debe medirse, quererse o estimarse por su propia capacidad enunciativa. En la afirmación de los trazos oblicuos que sesgan la obra, en su captación de diferentes momentos subjetivos, pero también de adquisiciones del contexto, ahí, se encuentran datos, anoticiamientos, elementos compositivos del histórico social. Rasgos tal vez fragmentarios, tal vez plausibles de no ser recompuestos en su abarcabilidad de entonces. Del entonces de la obra.
Más, en la obra de Antonio Pezzino, de ininterrumpidos setenta y tantos años de templar y desear el trazo, de esperar el momento de recibir, hay rasgos indiscutibles de épocas, maestros, concepciones del mundo y significaciones de sentido.
Se encuentran rasgos de la construcción de subjetividad.
La doble moraleja de las ruedas de la historia está, no solo en lo humano de quienes la transitan, sino que por músculo y sangre, por esqueleto todo, están fraguadas esas condensaciones de realidad.
Habitar la historia
Hoy les presento, en estas notas, a Antonio Pezzino, de 81 brillantes años, cordobés de nacimiento, uruguayo por elección y destino.
Acá, en esta patria, fundó su familia y el vínculo ineludible con el arte, su pasión: el trazo, la tela, la plasmación en acto.
Pezzino vino al Uruguay buscando algo: estudiar con el Maestro Joaquín Torres García. Corría el año 1945 y Don Joaquín tenía su taller en los sótanos del Ateneo, con el entorno de la Plaza Cagancha o Libertad.
Allí, Antonio encontró más de lo que buscaba: un maestro, una enseñanza, amigos, una mujer, colegas, confianzas, un destino.
Perspectivas
Asumir la organización de un archivo de obra gráfica, pasa por la selección y la reordenación de cada una de las obras. Se mide la importancia de pasaje, del quiebre o continuidad. Las tolerancias hacia lo distinto, el intento de registro. Su mensaje o enunciado. Si bien hay una comunicación intencional en el autor, hay trazos que se descolocan del orden o control y dejan trasuntar otras impresiones de lo que se ve.
En la policromía de un paisaje ciudadano del Montevideo sesentista, se cuelan producciones de sentido que tienen que ver también con el ojo del espectador: el que espía aquella mirada del artista, desde la propia historicidad que produce la mirada.
Al comenzar a conocernos, la propuesta era realizar una muestra del trabajo gráfico de Pezzino, con los grabados de emergencia del Cine Club, realizados entre los años 1956 a 1959 (Ilustraciones de programas).
Es tal la entidad de la obra, que desde la convocatoria vinculante del principio, acordamos realizar una selección de su obra como diseñador gráfico, en general. Y con ello, nace la urgencia de crear un archivo. ¿Por qué? ¿Para qué?
Acá, también nuestro oficio hace notar que es necesario poder organizar, sistematizar y seleccionar lo que expondremos.
El trabajo, en principio, parece breve y muy excitante: conocer una obra de estas características es siempre una maravilla para los sentidos, y un acto de aprendizaje muy fuerte.
Pero al comenzar a armar esa sistematización posible, empiezan las búsquedas de criterio, las necesarias explicaciones llenas de anécdotas y de historias, las argumentaciones y el intercambio.
El encuentro, de memoria
Las manos recorren trazos ya delineados, recreando en el aire las formas, perspectivas, las sombras. La sala, repleta de pinturas, de colores, llamas vivas que anteceden a la luz, contiene las tres figuras que conversan.
Una figura, da contornos a un pintor de cuadros, dibujante, artista del pincel y el lápiz. Otra, su mujer, Leticia, es pintora e inteligente, preservadora de la obra de él.
La tercera, psicóloga, docente, psicodramatista e investigadora en el arte. En tanto esto último, de oficio restauradora de bienes culturales y diseñadora de marcos.
Así, la escena, en su redoble de impresiones y luces, delimita un encuentro que empezamos a recorrer.
El estado del arte
Reordenar, con quien creó a lo largo de tantos años de vida, bajo el influjo de la inspiración o de la presión, del momento de creación y la pura búsqueda, son hechos no ajenos a nuestros oficios.
Unir, recomponer, acompañar a recordar, dar otros sentidos, aportar desde nuestra posición, ensamblar, interpelar, recrear, memorar.
Este trabajo ha sido un viaje extenso por una vida, por varias vidas:
historias de subjetividad que también recrean lo colectivo. Viajes por países, otras/las propias culturas, artes, implicaciones. El ojo que busca la luz y las palabras que buscan la enunciación, son dos testigos que en un contexto, el de hoy, de incertidumbres y destituciones, sostienen aquello que pugna en su audacia por existir y perdurar.
Es interesante ver cómo las miradas encuentran otros destinos que los pre fijados, cómo las barreras disciplinarias bajan y dejan pasar vagones que anudan, cuánto de la propia subjetividad multiplica significados.
El acercamiento al arte desde nuestra disciplina psicológica, no debe incurrir en el error de interpretarla desde nuestras metáforas, sino soportar la marca de la no significación, de aquello que escapa a la problematización jerarquizada por nuestros paradigmas.
El encuentro, en su posibilidad potenciadora de las pasiones alegres, como Spinoza lo propuso hace tiempo ya, es una situación que exige estar en él.
Lo inmanente de los procesos, nos acerca también a la inmanencia del acto creativo, sus trascendencias morales, las encrucijadas ideológicas, las posiciones políticas, las historias de discursividades y de subjetividad.
Cada obra marca una pertenencia a colectivos, maestros, estrategias de búsqueda, intencionalidad de lo no instituido. Singularizan puntos de la historia des/conocidos, se alteran con las guerras, se añaden a la alegría de las creaciones colectivas.
A medida que se recorre la obra de Pezzino, encontramos que hay un sentido enunciativo importante, y que su pertinencia justamente está dada porque es a través del arte que desarrolla, que lo hace.
Envuelve y devuelve miradas, fragmentos, des/uniones, de memoria colectiva: la impronta constructivista que no deja de asomar por algunos poros, el encuentro de un trazo que determina una necesidad de búsqueda espiritual, ritmos acelerantes que se fugan hacia el puro trazo.
Este trabajo se inscribe también en una ética de la memoria, de la reconstitución de rasgos identitarios, colectivos. Desde el arte, hay pureza en lo que se muestra y se esconde. Señala múltiples significaciones, que a veces ofenden a nuestro saber entrenado. Hay tanto para ver, recorrer en esas líneas de colores y trazos (que no pretenden atrapar, sino que dan movimiento, armonizan) que acompañan a que los recuerdos puedan también volverse memoria. Nuestra visión se ensancha, se colorea, porque pienso que entendemos más, también de nosotros mismos y de nuestra historia.
Noticias de agenciamiento
La transitoriedad de la respuesta es ante el fenómeno o acontecimiento.
No para instalarse en la falta, sino que las respuestas creadas, alegóricas, se confirman transitorias, es decir efímeras. Y se generan efectos de interrogación, que interpelan la novedad, descomponen cuerpos sólidos y arroja al abismo las cuestiones instaladas.
Desinstalarse de sí, es parte del aprendizaje. Desprende pieles encubridoras de saberes oficiales, desautoriza los Parlamentos, bastardea las legitimidades.
La rubricación de lo auténtico en la obra, genera efectos de agenciamiento, trasloca el deseo (en el sentido de sus locaciones posibles), instala cuestiones que como flujos eléctricos esperaban chispas. Tal vez es el sentido de la obra, en términos de enunciación, de su capacidad de producción de subjetividad.
Quizás también efectos del acontecimiento, que no pueden ser significados en un discurso del fenómeno. Pero que sí generan efectos de aquello que ya se produjo, sigue multiplicándose. También efectos de migración de saberes: los que se trasladan, se tras(locan), se re-alojan.
Acerca del trazo: el menor número de trazos, ese despojo de la exacerbación de la línea, amplía el campo de significación. Frente a la simpleza de 14 trazos que delinean una representación posible de Pinocho por Pezzino como boceto para un sello de carácter internacional, el arancel de significaciones aumenta.
El paradigma es tomado en esa singularidad llamada Antonio Pezzino,
se amplifica a través de sus manos que dan cuenta de la captación del momento, de la fotografía del instante, de una cartografía posible de “ahoras”.
Siempre sosteniendo ésto, está el ineludible esfuerzo de la búsqueda, la limpieza profunda del trazo lograda en años continuos de no dejar de hacerlo.
¿De qué sirve que lo analicemos? La hermenéutica como práctica, puede inundar el campo del arte, atrapando o reduciendo la multiplicación, que es un efecto de resultancia, propio de las artes.
Es decir, no aporta posibles. Porque hay una procedencia de diferentes paradigmas, de diferentes intenciones, de diferentes posibilidades. Y lo que busca aire, multiplicación, propagación, queda interrumpido por la acotación discursiva disciplinaria. Stoller decía que el proyecto más saludable para alguien, era el que tenía un máximo de subjetivación, en tanto singularidad. No sólo para el artista, pienso, sino para el que recompone a través de las miradas, aquello que ve. Y allí el artista “abandona” también su obra, porque el que mira reconstruye la escena, la luz, las intensidades, según su subjetividad devenida.
Revelaciones...
Las tardes se han acompasado en encuentros semanales durante estos dos últimos años. Cuando llego a la casa , entorno tibio que recibe, comenzamos con Leticia a recorrer un número importante de afiches, los grabados de emergencia del viejo Cine Club (antesala de la hoy Cinemateca uruguaya), los trabajos de la imprenta As (tapas de discos, presentaciones de libros, de obras de teatro), los gráficos del diario El País, los sellos (algunos editados, otros maravillosos que no llegaron a un destino necesario), pequeñas obras de arte en: acuarela, técnica de papel recortado, lápiz litográfico, silvapen, crayolas o cualquier material que el hombre haya tenido a su disposición en el momento de recibir aquello que esperaba (la sensibilidad o trazo que define una Obra, según la búsqueda espiritual de Antonio en el arte).
Trabajamos exhaustivamente. Luego viene el té, las largas charlas sobre arte, historia de nuestras regiones, anecdotarios frondosos de historias de vida.
Intercambiamos sobre el estado del arte, lo contemporáneo, lo clásico, lo foráneo, las anécdotas del taller Torres García, los viajes, y también la psicología.
Trabajar y recrear tiene sus rituales. Son ellos los que nos permiten, como puntos de apoyo, el desarrollo de las distintas miradas, de las diferentes creatividades, creando un común destino para las obras, que se rebelan por trascender. Y pienso, que hacen muy bien en revelarse.
Agradezco a Juan Jorge Michel Fariña, por haber propiciado el encuentro con Antonio y Leticia, y por acompañar desde aquellos Buenos Aires.
Montevideo, Febrero de 2003.
Bibliografía
Deleuze, Gilles: Spinoza, Filosofía Práctica, Barcelona, 1984, Tusquets.
Deleuze, Gilles y Guattari, Félix: Mil mesetas. Capitalismo y esquizofrenia, Valencia, 1994, Pre-Textos.
Kaminsky, Gregorio: Escrituras interferidas. Singularidad, resonancias, propagación.
Buenos Aires, 2000, Paidós.
Meuris, Jacques: René Magritte (1898-1967), Alemania, 1993, Taschen.
Nietzsche, Friedrich: Más allá del bien y del mal, Madrid, 1997, Alianza.
Peluffo Linari, Gabriel: Historia de la Pintura Uruguaya. Tomo 2. “Representaciones de la Modernidad (1930-1960)”, 2000, Montevideo, Ed. de la Banda Oriental.
Pezzino, Antonio: “60 años en el arte”, Montevideo, 1998, Museo de Arte Contemporáneo de “El País”.
Sontang, Susan: Contra la interpretación, Argentina, 1996, Alfaguara.
Spinoza, Baruch: Ética, México, 1958, Fondo de Cultura Económica.
Stoller, Robert J.: Dolor y Pasión, Buenos Aires, 1998, Ed. Manantial.
Torres-García, Joaquín: Época catalana (1908-1928), Montevideo, agosto/setiembre 1988, Museo Nacional de Artes Visuales.